por NATALIA RUIZ
Es la expresión terrenal más sacra del hombre.
La manifestación más pura del ser, resultado de un trabajo que se hace con pasión.
Es el grito de júbilo, desahogo y demanda. Armonía de colores al ritmo del corazón.
Es el alma desnuda, caos silente y luz estridente.
Es el movimiento recalcitrante del espíritu. La figura más exacta y patética.
Limpia la enfermedad y alimenta el vicio.
Magnifica y profana. Única posibilidad de regocijo del alma humana.
Mueve fibras y es el fin supremo de la vida. Se expone a forma de goce y es belleza.
Su motor es la emoción; genera diálogos y movimientos en masa. Tan simple como la sensibilidad del niño. Natural como el río que fluye haciéndose caminos. No tiene canones, ni reglas. La escuela de éste no tiene patria ni yugos.
Y tan libre como el viento que es soplo divino; cura la enfermedad del alma tanto como la del cuerpo.
Es capaz de emerger en ricos y pobres; en hombres y mujeres; en negros y blancos...No tiene distinciones ni prejuicios.
Se presta lujurioso al conocimiento del ser y lo purga al punto de hacerlo puro, propio, un Arte .
Y para usted lector, ¿Qué es el Arte?
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