sábado, 11 de febrero de 2012

Leidy P. Vargas - Arte y Vida




Por LEIDY PAOLA VARGAS

En el vaivén de la vida, en el ir y venir, en un leve arrullo que nos mece y que nos cobija con su calor, su vida propia, su calidez y humanidad, el arte nos acompaña a todos, flacos, gordos, negros, blancos, irlandeses o colombianos, o quizás sordos o mudos, que importa… en todas partes y en todo el terreno de nuestro propio cuerpo, en lo más interno de nosotros, en lo más profundo y lejano de nuestros pensamientos el arte está presente; también en la lejanía de bosques, paisajes, animales silvestres y no tan silvestres, en nuestras casas, en nuestro hogar en nuestra familia, en la de nuestros amigos, vecinos, compañeros, etc. , el arte en sí es el oficio de ser felices, hacer felices a los que nos rodean, de hacer cualquier cosa pero que al hacerla se sienta un placer enorme al hacerla, existen infinidad de artes, el arte de reír, de correr y disfrutar la brisa que nos embarga en aquél sudor después de un partido, o un juego intenso y sano; el arte de cocinar y sentir la magia del olor, de interpretar un instrumento y volar a través de los sonidos, de leer y viajar a mundos inimaginables; el arte de enseñar y dar gracias, etc.
El arte como un salvavidas, que no rechaza a niños ni viejos, que está ahí para disposición de los hombres, y que hay que saber escuchar su presencia, muchas veces se escucha sólo en el silencio, y por supuesto desde la naturaleza, la experiencia de la vida, la paciencia, el esfuerzo y la fé. El arte como un relator de la vida, época, cotidianidad, tradiciones, cultura, de mundos que no se encontraron el la línea del tiempo y el espacio, pero que se descubren uno al otro en un efecto de cadena que cambia y se fortalece. Es deber de los hombres asegurar su permanencia y crear, imaginar, componer, transmitir y contagiar al mundo que nos rodea y creer firmemente que el mundo se puede enfrentar desde un foco pacífico, concreto, honesto, coherente y por supuesto motivado por una gran fuerza que eleva el espíritu de estas criaturas capaces de hacer cosas maravillosas y a la vez tan destructivas y perjudiciales para sí mismos y para los que las rodean; por ello es indispensable una disposición de alegría, de trabajo, de innovación para afirmar su permanencia en el mundo conocido y no conocido.
El arte que se desvanece, no es material, no es palpable, pero que está protegido, no será hurtado ni pisoteado, si lo guardamos en nuestros pensamientos y lo ponemos en práctica desde nuestro interior hasta lo más lejano, que se pueda transmitir, y aprovechar de la mejor manera; así se convertirá en el escudo protector de un mundo efímero, cruel y oscuro del que también hace parte este universo que conocemos. El cuerpo como herramienta de trabajo para ejecutar el arte y del cual se reflejan ciertos comportamientos, que a su vez manifiestan y cuentan un contexto, social, político, religioso, marcado por una división que sólo existe en la mente porque todos somos iguales en la medida en que cada ser es un mundo, con una realidad una fantasía, un sueño una expectativa, una esperanza… que nos diferencia de los robots y es el sentir, el ser más humanos, más receptores y comprensivos con los que son diferentes a mi condición de ser y de vida.
Para concluir, el arte no quiere ser de unos cuantos, debe ser compartido, transmitido, socializado, articulado, con otros saberes y para que se produzca tal efecto es necesario ser coherente con lo que pensamos y sentimos; cualquier acción por pequeña que sea puede volverse una gran masa que es la esperanza la luz y la oportunidad para que los que no han visto, sentido, escuchado, olido y disfrutado el arte puedan tener la dicha de sentir y disfrutar todo lo que hacen y por supuesto esto conlleva a tener una mejor condición de vida, en lo que lo más importante de todo, es que todo esto no necesita de ninguna teoría del capital, lo material no tiene nada que ver, debe haber un desprendimiento para poder viajar y volar en el infinito vehículo del arte.

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