miércoles, 27 de octubre de 2010

Fragmento de artículo “Apariencias engañosas” de Man Ray




No soy de esos que dicen: “Esta regadera es azul, esta casa es rosa”; de los que dicen: “Nada es más bello que lo verdadero, sólo lo verdadero es digno de ser amado”. Hay algo mejor que copiar. Admiro a los pintores que imitan hasta el punto de engañar a las propias obras maestras de la naturaleza. Lo que impide al hombre ser como Dios ¿no es quizá esta eterna manía de imitar? ¡Aquél imita al óleo, ése en alejandrinos, este otro con una tiza!
En la imitación radica todo el arte, sus leyes, sus límites. Sin embargo, yo prefiero al poeta; este último crea y, siempre que el hombre se ha alzado hasta el orden moral, lo ha hecho a través de la creación, ya se tratase de crear una máquina, un poema o una conducta moral.
En cuanto a la pintura, no hay que asombrarse si los pintores se siguen empeñando-transcurridos ya cien años desde la invención de la fotografía- en hacer a fuerza de trabajo y perseverancia lo que una Kodak permite obtener antes y mejor.
La obra de Bonnat ha sido útil en la medida en que la fotografía ha sido insuficiente. Es una cosa de locos ejecutar en óleo y en tela las formas que se obtienen mucho mejor con un papel fotosensible.
Lamento decir que la fotografía no es artística. Desgracia para algunos, elogio para otros. Una forma de expresión es capaz de evolucionar y transformarse únicamente en la medida en que no es artística.
Yo mismo, como pintor, me he visto obligado a valerme de la película fotosensible para todo lo que fuera reproducción material. Sostengo que la poesía no pierde nada con todo esto. Los artistas no han dado nunca gran ejemplo: ¿artistas los primitivos? ¿Artista Victor Hugo? ¿Artista Serat? ¿Artista Rimbaud? No y mil veces no. Esos no realizaron aprendizaje alguno.
El arte es la negación de la inspiración, sin la cual una obra carece de espíritu. El fotógrafo no se limita, por lo demás, a desempeñar el papel de copista. Es un explorador maravilloso de los aspectos que nuestra retina no registra nunca y que continuamente contradicen con crueldad a los idólatras de las visiones excelsas, tan poco numerosas, cuyo descubrimiento fue realizado mucho antes de que un audaz navegante llegase a otros continentes.
He tratado de plasmar las visiones que el crepúsculo, la luz demasiado viva, su fugacidad o la lentitud de nuestro aparato ocular sustraen a nuestros sentidos. Y siempre me he maravillado, me he quedado encantado, a veces literalmente arrobado.
(fragmento del texto publicado el 23 de marzo de 1926 en Paris Soir)

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